El clima educativo y la violencia educativa.
Lo que llamamos clima educativo es la manera de criar y tratar a niñas y niños, de relacionarse con ellos, el ambiente en el cual crecen en su familia, su comunidad y escuela, algo como el aire que respiran a diario y que les lleva a pensar y sentir cual es la forma “normal” de comportarse, de relacionarse con los demás, de solucionar los problemas.
Muchos estudios y la misma observación permiten afirmar que los comportamientos violentos y destructivos son en buena parte el resultado del clima educativo en el cual las personas han vivido, del trato que han recibido en su niñez. Por supuesto existen otras causas a la violencia social, como la marginación y exclusión, la pobreza, la falta de oportunidades, la educación deficiente… Sin embargo no podemos desconocer que la violencia tiene causas de tipo educativo muy enraizadas, que poco se toma en cuenta.
Un clima educativo caracterizado por el buen trato, el respeto, la comunicación empática, favorece el desarrollo de potencialidades, de una sana autoestima y de la práctica de valores. En sentido opuesto, un clima educativo marcado por el maltrato, la falta de comunicación, el autoritarismo y la pobreza afectiva, genera frustración y sentimientos “negativos”. Este clima educativo que podemos calificar como nocivo, limita el desarrollo de las potencialidades de niñas y niños, y aumenta los comportamientos violentos y destructivos de uno mismo o del otro.
En tal contexto, mejorar el clima educativo y promover la cultura de paz en la escuela, la familia y la sociedad, es un reto grande en el proceso de democratización, gobernabilidad y desarrollo humano sostenible del Perú.
Características del clima educativo en la familia y la escuela de zonas andinas.
En marzo y abril 2008, para el proyecto Escuelas para la Paz, se ha levantado una línea de base sobre el clima educativo en la familia y la escuela, en tres distritos de la provincia de Canchis (Cusco). Se ha entrevistado a 286 alumnos/as de 4to, 5to y 6to grados de primaria, 95 padres y/o madres, 52 docentes. Sus respuestas manifiestan lo siguiente:
El clima educativo en la familia y la escuela sigue marcado por la violencia física, sicológica y el autoritarismo. El uso del castigo y de la amenaza son prácticas comúnmente aceptadas para lograr la obediencia de niñas y niños: 45% de niñas y niños dicen ser castigados por sus padres una vez a la semana, 9% casi a diario. En general se trata de castigos físicos (chicote, correa, látigo, palo). Solamente 25% de alumnos dicen que su profesor/a “casi nunca” les castiga (58% “a veces” y 14.5 “muchas veces”. En la escuela, 59% de las veces, el castigo es físico.
La base de los principios de crianza es la obediencia, el respeto a los mayores, tratos rigurosos (“en una mano el rigor, en la otra el amor”, “no entienden otra cosa que el castigo”…) Se relaciona y asimila la disciplina al maltrato físico: 55% de padres y madres expresan utilizar castigos físicos para que sus hijos/as se porten bien, 82% de profesores dicen que los niños/as están acostumbrados al castigo físico desde su casa.
La práctica del maltrato físico se transmite de una generación a otra: 41% de niñas y niños entrevistados expresan que cuando tengan hijos/as les pegarán, confirmando la existencia de una cadena de maltrato. En tal ambiente, niños/as están aprendiendo a resolver los conflictos mediante la fuerza y no de manera constructiva, mediante la concertación y el diálogo.
La comunicación es deficiente y se reduce, en muchos casos, a dar órdenes. El niño, la niña tienen poca oportunidad de contar y ser escuchados. A la pregunta ¿Tus padres te escuchan cuando quieres contarles algo? 14% dicen que “casi nunca” y 49% “a veces”.
46% de los profesores dicen no haber participado en ninguna capacitación relacionada al mejoramiento del clima educativo, del trato. En general, en las capacitaciones existentes, son temas mencionados brevemente, En las escuelas se ha realizado un cierto trabajo sobre el tema de los derechos y deberes de niñas y niños, hecho que contribuyó a la toma de conciencia intelectual de muchas personas sobre lo inadecuado del maltrato. Sin embargo, a pesar de los avances, esa toma de conciencia todavía no garantiza un mejor trato y un ambiente afectivo más positivo. Gran parte de los docentes, padres y madres tiene poca experiencia de convivencia democrática, de buen trato, de comunicación empática. Se han criado en un ambiente educativo con maltrato e insuficiente muestra de afecto y cariño. Criados de esta manera, les resulta difícil imaginar y crear un clima educativo diferente a lo experimentado en su niñez.
El impacto de la violencia política.
En el Perú, la existencia de la violencia educativa se agrava por las secuelas de la violencia política que ha sacudido el país durante 20 años. Ha crecido la aceptación de soluciones extremas frente a los problemas cotidianos, como lo manifiesta con cierta frecuencia la radicalización y violencia de acciones que acompañan los reclamos populares. Tanto a nivel del estado como de la población, es evidente la dificultad a concertar, a respetar las reglas de convivencia democrática y la tendencia a la confrontación. Cada vez más en la sociedad peruana, existe la tendencia a resolver problemas y conflictos mediante la fuerza y la violencia.
Andrés Franco, representante de UNICEF en el Perú, escribe lo siguiente de las regiones de Ayacucho y Apurímac, que vale también para otras regiones sur andinas: “La historia de la violencia en Apurímac y Ayacucho no termina. Los 20 años de conflicto del pasado han dejado una herencia preocupante de nuevas formas de violencia en el presente. Constaté, tras visitar ambas regiones, que las familias fueron pulverizadas por la guerra y que además, en posconflicto, estas mismas familias no encuentran un ambiente propicio para fortalecerse. En Ayacucho, la crisis de la familia ha generado un número creciendo de casos de violencia familiar en los ámbitos rurales y urbanos, un hecho que se ha agravado, según organizaciones sociales locales, por una mayor incidencia en casos de hombres y mujeres alcoholizados. La situación es similar en Apurímac. Aun cuando el fenómeno de pandillas no se reporta con la misma fuerza que en Ayacucho, sí habrían indicios de un crecimiento tanto de niños y niñas en situación de abandono…. En el futuro, el reto es formidable y consiste en afrontar las causas y las consecuencias del debilitamiento de la familia peruana para evitar que los chicos estén más expuestos a la violencia, el abuso y la explotación.”
(Fuente: El Comercio, 15 de enero del 2005)